miércoles, octubre 11, 2006

Ochenta

Alguien dispara.
No soy yo, no es Él.
No sé su nombre.
Nos pueden matar. No sé su nombre.
Cómo te llamas, pregunto.
Me mira. Su único ojo me mira. Su única boca sonríe.
Me dan ganas de golpearlo. Me dan ganas de llorar. Se ríe.
Salimos a buscar a quién sabe quién. Rodrigo Haym está muerto. Si es a él a quien busco, entonces estoy perdida. Y si no, entonces a quién.
Odio este jueguito de ir recordando de a poco. Lo odio. Tengo ganas de dejar de caminar y quedarme bien quieta, en el suelo, y llorar, y esperar pacientemente, llorando, a que alguien se acerque y me solucione el problema.
Pero sigo caminando. Más que nada porque Él sigue caminando y es todo lo que tengo.
No es justo.
Me dice que visitaremos a algunas personas, que hablaremos con gente que sabe cosas. Que primero que todo, comprobaremos si Haym está muerto o no.
Primero que todo. Lo dice correctamente. Qué tonto. Todo el mundo dice primero que nada. Yo digo primero que nada. El mundo no se acaba porque uno dice primero que nada.
No quiero pensar en lo que va a pasar.
Yo visito a algunas personas, pero es Él quien que habla. El primero es un viejo. Asegura que Haym está muerto y enterrado. El segundo es un cabro chico. Se encoge de hombros y dice que quién mierda es Rodrigo Haym.
La tercera es una señora. Dueña de un almacén. No nos deja entrar. En los ojos se nota que odia a mi acompañante. A mí me mira como si fuese una puta que le robó el marido.
Y cuando hablamos con la cuarta persona alguien empieza a dispararnos.
A la cuarta persona no la buscamos nosotros. Nosotros ya nos habíamos rendido. Yo me había rendido. Él, creo, buscaba alguna forma de hacerme creer que no se había rendido, que le permitiese dejar de buscar.
Llegamos a un parque y nos sentamos. Estoy cansada. Me duelen los pies. Me duele todo. La cabeza y lo que podría llamar el alma, si fuese una niña cursi, también. Frente a nosotros hay un vagabundo. Me parece conocido.
El angelito, dice, y me apunta. Ahora me acuerdo.
Él me mira. Luego lo inspecciona con su ojo. Se levanta y va hacia el vagabundo. Al pobre hombre se le nota el pánico, así que me levanto yo también para que no crea que le van a dar una paliza.
El angelito, repite, balbuceando. Lo mira a Él y a mí, parpadeando rápido, con cara de susto. Pobrecito.
La conoces, pregunta Él. El angelito, responde el vagabundo. Él me mira levantando la ceja sobre su ojo bueno, como diciendo: éste es bruto, vámonos.
El angelito del que hablaba el fantasma, dice el vagabundo, y sonríe, como un niño que espera un premio.
Cuál fantasma.
El que pasó el otro día por acá.
Cómo era.
Así, asá. Lo describe.
Él me mira y su ojo me perfora.
Es Haym. Seguro. Así que estaba vivo el hijo de puta ése.
Entonces es cuando empiezan los disparos.
Al vagabundo le llega uno, eso seguro, porque grita y cae al suelo. Espero que no lo haya matado, espero por favor que no lo haya matado, o no me voy a poder olvidar nunca de su rostro.
Él me toma del brazo y nos alejamos corriendo. Siguen disparando. No sé su nombre.
Cómo te llamas, pregunto.
Me mira. Su único ojo me mira. Su única boca sonríe.
Me dan ganas de golpearlo. Me dan ganas de llorar. Se ríe.
No te preocupes, me persiguen a mí, a ti ni te conocen. Búscalo, yo te buscaré a ti.
Luego me tira contra un callejón y sigue corriendo. Los disparos lo siguen. Me quedo sola.
En el callejón hay un niño. Se ríe.
Sé que, cuando desaparezca, sabré el nombre que Él no me quiso decir. No sé si me servirá saberlo, porque no sé si seguirá vivo.

2 Comments:

Blogger Rodrigo Haym said...

Pepa maldita, no había visto tu comentario en el post anterior. No sé como lo haces, maldita, pero deseo concedido. Muérete.

(si sé que te debo Lain.)

9:14 p. m.  
Blogger Astrodog said...

Yo ya estoy más perdido que tú en reunión de neonazis. Nos vemos pronto.

Terminá tu cagá de novela negra

Burgués!!

12:36 p. m.  

Publicar un comentario

<< Home