domingo, septiembre 17, 2006

Ochenta y uno

- Rodrigo Haym.
- Sí, Rodrigo Haym.
- No, no me suena. No conozco a nadie con ese nombre.
- Ten por seguro que a ese hijo de puta lo conoces.
- No parece ser una buena persona.
- No es una buena persona. Tampoco mala.
- ¿Y entonces?
- Tú.
- ...
- ...
- No estoy entendiendo muy bien. ¿Yo y ese Haym...?
- Sí, tú y ese Haym.
- Es imposible que no recuerde eso.
- A mí tampoco me recordabas.
- ...
- De hecho, creo que todavía no recuerdas mi nombre.
- ¿Cómo te llamas?
- Ya lo recordarás.
- Ay, por favor, cuál es el gusto por el misterio.
- En este momento, mi nombre no te sirve de nada. La nuestra es una historia muy vieja.
- No entiendo qué quieres decir.
- Quiero decir que aquí, contigo, yo sólo soy un personaje secundario. Probablemente te ayude a encontrar a alguien o a averiguar algo, y luego desapareceré.
- ?
- Hace tiempo te habrías quedado aquí, y habrías recordado o habríamos inventado nuevos recuerdos para ti. Y seríamos felices como lo éramos antes. Pero yo ya no soy parte de tu vida, sólo soy un recuerdo más. No soy parte de la vida de nadie, ni siquiera de la mía. Soy un recuerdo que respira.
- ¿Y por qué tu y yo...?
- Porque las cosas se acaban, y pelear contra eso es una pérdida de tiempo.
- Con ése pesimismo no vas a llegar a ninguna parte.
- Ah, ahora ya suenas más como la Sara que conocí.
- ...
- En todo caso, yo ya no quiero llegar a ninguna parte. Ya llegué a todas las que me interesaban.
- Y qué, ¿ahora vas a dejarte morir?
- Quizás ya estoy muerto.
- Eso no lo puedo entender. O sea, mírame, apenas se mi nombre y cuatro cosas más, y aún así estoy buscando...
- ¿Buscando qué?
- ...
- Buscando qué. A quién. Por qué.
- No tengo idea. No sé. Pero estoy buscando algo, o a alguien. Y voy a seguir buscando.
- Bien.
- ¿Bien?
- Sí. Te voy a ayudar. Al menos por un rato.
- Y tú... ¿tú sabes a quién estoy buscando?
- No.
- ¿Y entonces...?
- Tú tampoco sabes, y quieres buscar. Los caprichos son incomprensibles. ¿Por qué te ayudo? ¿Por qué te hablé en el bar? ¿Por qué te traje hasta aquí? ¿Por qué no tomo un cuchillo y te mato aquí mismo?
- ...
- Porque me dan ganas, y porque no me dan ganas. Es así de simple. Las razones son siempre mentiras que vienen después. Uno hace lo que quiere, lo que siente que quiere en ese mismo instante.
- Pesimista y...
- Pesimista, nihilista, misántropo, lo que quieras. Yo sólo diría que estoy aburrido desde hace mucho tiempo.
- ¿Y por eso me vas a ayudar?
- A pesar de todo, es agradable verte después de todo este tiempo, Sara. Y no tengo nada mejor que hacer que acompañarte.
- ¿Y no trabajas? ¿De qué vives?
- Ja, ja, ja.
- ¿Qué?
- La última vez que preguntaste eso fue justo antes de dejarme.
- Entonces...
- Aquella vez te lo dije, esta vez no. Ya no hace falta que lo sepas.
- Quizás no sea buena idea que...
- No te voy a hacer nada. Y no puedes andar sola por ahí, sabiendo sólo tu nombre.
- ...
- Jamás fui peligroso para ti, y ahora tampoco lo soy.
- Esa frase puede hacer cualquier cosa menos tranquilizarme.
- ...
- Pero tienes razón. No puedo buscar nada sola. Al menos, no hasta que recuerde más cosas.
- Bien. Entonces vámonos.
- ¿Y a quién vamos a buscar? ¿A Rodrigo Haym?
- No te recomendaría buscar a Haym.
- ¿Por qué?
- Lo último que supe de él es que estaba muerto.