Noventa y tres
No llueve. No hace frío. No tengo hambre. No queda nadie. No puedo cerrar los ojos.
Necesito dormir. Sólo un poco, como para recordar lo que se siente. O lo que dejas de sentir. Quiero dejar de sentir, por un momento, que soy yo, que estoy vivo... o muerto, pero aún aquí. Quiero un sueño que sea como televisión basura a esa hora en que nadie quiere pensar.
Maldición. Quiero un lugar donde no exista Sara. Donde pueda dejar de pensar en ella. En encontrarla.
Quiero una mente que se apague cuando es preciso. No basta sólo con cigarrillos interminables, niños suicidas y un perro. Nada de esto tiene sentido. No hay guía para este puzzle. Ni siquiera sé si están todas las piezas, y sospecho que mis recuerdos aplastados por los autos, reventados contra el metro, ahogados bajo el agua, electrocutados, en fin, muertos y esfumados, harán que jamás logre obtener una imagen completa de lo que ahora está pasándome.
Ah, qué carajo. ¿Y para qué mierda quiero una imagen completa? ¿Para qué darle sentido a algo que no lo tiene?
La necesidad de orden, organización y estructura se hace presente, más ahora que no puedo cerrar los ojos como es debido e ingresar al sinsentido de los sueños (claro, ya quisiéramos que no tuviesen sentido... pero quién mierda dice que lo tienen, después de todo). Sueños. Quién tiene sueños, que levante la mano. Yo ya no puedo tenerlos. No puedo dormir, no estoy vivo. No hay futuro, no hay escape.
Está Sara. Está Sara como la promesa de una respuesta, de un final que explique todas las cosas, al mirar hacia atrás. Algo así como el nombre del asesino al final de la novela negra. Pero esto sólo parece una mala novela, o ni siquiera eso. Sólo unos apuntes. Unos apuntes para una novela negra. ¿Y quién será el asesino? Sospecho que el crimen ya se ha cometido, que todo ya ha sucedido, y yo estoy en aquél lugar a donde van a parar los personajes cuando se acaban los libros. O las películas.
Los humanos, los actores, los escritores, dejan de ser personajes y se van a casa. Comida, abrigo, cariño, quizás sólo soledad, a quién le importa. Quedan los personajes, sin cuerpo, sin forma, sin nada que hacer porque ya no quedan líneas, ni palabras, ni siquiera un par de putas acotaciones como consuelo. Y entre ellos estoy yo.
Yo no estoy muerto. Yo fui el muerto en este relato que ya pasó. Ahora soy un desempleado, un vago. Este es lugar donde me quedaré por siempre. A menos que alguien decida hacer una segunda parte.
Me pregunto si Sara habrá sido personaje o persona. Si seguirá con su vida, junto a los seres reales, o si vaga entre estas sombras como yo, con cigarrillos permanentes y sin la menor idea de a dónde ir. Supongo que podría encontrarla de todos modos. Supongo que, de cualquiera de las dos maneras, ella entendería, aún cuando yo no tuviese cómo explicarle lo que no sé.
Quién será el asesino. Quién será el escritor.
Se preguntará Sara las mismas cosas, o estará preocupada sólo de huir de sus fantasmas.
Necesito dormir. Sólo un poco, como para recordar lo que se siente. O lo que dejas de sentir. Quiero dejar de sentir, por un momento, que soy yo, que estoy vivo... o muerto, pero aún aquí. Quiero un sueño que sea como televisión basura a esa hora en que nadie quiere pensar.
Maldición. Quiero un lugar donde no exista Sara. Donde pueda dejar de pensar en ella. En encontrarla.
Quiero una mente que se apague cuando es preciso. No basta sólo con cigarrillos interminables, niños suicidas y un perro. Nada de esto tiene sentido. No hay guía para este puzzle. Ni siquiera sé si están todas las piezas, y sospecho que mis recuerdos aplastados por los autos, reventados contra el metro, ahogados bajo el agua, electrocutados, en fin, muertos y esfumados, harán que jamás logre obtener una imagen completa de lo que ahora está pasándome.
Ah, qué carajo. ¿Y para qué mierda quiero una imagen completa? ¿Para qué darle sentido a algo que no lo tiene?
La necesidad de orden, organización y estructura se hace presente, más ahora que no puedo cerrar los ojos como es debido e ingresar al sinsentido de los sueños (claro, ya quisiéramos que no tuviesen sentido... pero quién mierda dice que lo tienen, después de todo). Sueños. Quién tiene sueños, que levante la mano. Yo ya no puedo tenerlos. No puedo dormir, no estoy vivo. No hay futuro, no hay escape.
Está Sara. Está Sara como la promesa de una respuesta, de un final que explique todas las cosas, al mirar hacia atrás. Algo así como el nombre del asesino al final de la novela negra. Pero esto sólo parece una mala novela, o ni siquiera eso. Sólo unos apuntes. Unos apuntes para una novela negra. ¿Y quién será el asesino? Sospecho que el crimen ya se ha cometido, que todo ya ha sucedido, y yo estoy en aquél lugar a donde van a parar los personajes cuando se acaban los libros. O las películas.
Los humanos, los actores, los escritores, dejan de ser personajes y se van a casa. Comida, abrigo, cariño, quizás sólo soledad, a quién le importa. Quedan los personajes, sin cuerpo, sin forma, sin nada que hacer porque ya no quedan líneas, ni palabras, ni siquiera un par de putas acotaciones como consuelo. Y entre ellos estoy yo.
Yo no estoy muerto. Yo fui el muerto en este relato que ya pasó. Ahora soy un desempleado, un vago. Este es lugar donde me quedaré por siempre. A menos que alguien decida hacer una segunda parte.
Me pregunto si Sara habrá sido personaje o persona. Si seguirá con su vida, junto a los seres reales, o si vaga entre estas sombras como yo, con cigarrillos permanentes y sin la menor idea de a dónde ir. Supongo que podría encontrarla de todos modos. Supongo que, de cualquiera de las dos maneras, ella entendería, aún cuando yo no tuviese cómo explicarle lo que no sé.
Quién será el asesino. Quién será el escritor.
Se preguntará Sara las mismas cosas, o estará preocupada sólo de huir de sus fantasmas.